Por Isabel Allende-Robredo
Para relacionarnos con personas procedentes de entornos culturales diferentes al propio, de manera positiva, horizontal y enriquecedora, es necesario desarrollar la sensibilidad y la competencia intercultural ¿A qué nos referimos con estos términos?
La competencia intercultural, es decir el saber entender y actuar apropiada e inteligentemente en la interacción con personas de culturas diferentes a la propia, pasa por el previo desarrollo de la sensibilidad intercultural. Quien no reconoce las diferencias culturales, difícilmente sabrá ni podrá adaptarse a las mismas.
La sensibilidad cultural, es decir el reconocimiento de la influencia de la cultura en nuestra forma de percibir el mundo y el de aceptar que otras culturas tienen sus propios valores y sus propias formas de resolver la cosas, es fundamental a la hora de vivir en una sociedad culturalmente diversa, enriquecedora, inclusiva y armónica.
La reacción hacia las diferencias culturales varía entre las personas, siendo que algunas de ellas reaccionan de manera muy positiva y curiosa, mientras que otras lo hacen encerrándose en sí mismas y rechazando, incluso, las diferencias. En este sentido, el sociólogo americano Milton J. Bennett, tras observar y estudiar las diferentes reacciones hacia las diferencias culturales, ideó su Modelo de Desarrollo de Sensibilidad Intercultural (DMIS) que nos puede ayudar a saber en qué fase del desarrollo de nuestra sensibilidad nos encontramos, y cómo podemos avanzar (y/o ayudar a avanzar a otras personas) desde mentalidades monoculturales y etnocéntricas a mentalidades interculturales y etno-relativas.
Seguramente, ahora quieres saber más... Pero antes de continuar leyendo, te animo a realizar el siguiente test:
Ahora sí... ¡Seguimos!
ETAPAS DE DESARROLLO DE LA SENSIBILIDAD INTERCULTURAL
El DMIS se desarrolla a lo largo de 6 etapas de sensibilidad creciente hacia las diferencias culturales.
Cada etapa se expresa a través de ciertas actitudes y comportamientos respecto a las diferencias culturales. Si logramos reconocer nuestra orientación cognitiva hacia las diferencias culturales, podremos desarrollar un plan de acción para facilitar la transición hacia la siguiente etapa.
Las primeras tres etapas del modelo son etnocéntricas [1], lo que implica que, de alguna manera, se percibe a la cultura propia como elemento central de la realidad. Las tres últimas son etno-relativas [2], lo que implica el conocimiento y reconocimiento de la diversidad cultural.
Las personas que se encuentran en esta etapa poseen una mentalidad que refleja un reconocimiento mínimo de las diferencias y de la diversidad. Cuando nos encontramos en esta etapa, entendemos la propia cultura como la única cultura verdadera, y por lo general quedamos perplejas cuando se nos pregunta sobre la misma, simplemente porque, como el pez que nada en el agua, no somos capaces de verla, y no nos hemos parado a considerar cómo impacta la cultura en nuestras propias vidas o en la de las demás personas.
Una persona con una perspectiva de negación carece de interés en la diversidad, e incluso, puede evitar a otras que son diferentes de ella, ya sea de manera física o psicológica, pudiendo hasta reaccionar agresivamente si alguna de las diferencias le afectara.
En esta etapa las personas suelen decir frases como:
Para iniciar el desarrollo de su sensibilidad intercultural, las personas que se encuentren en esta fase deberían comenzar a reconocer la existencia de la diversidad y de las diferencias culturales. Las tareas asociadas al desarrollo en esta etapa son las de recopilar información precisa acerca de personas diferentes, iniciar el contacto con ellas, y empezar a fomentar la confianza, la amistad y la cooperación con dichas personas.
Etapa 2: Polarización o defensa contra la diferencia
Nos encontramos en esta fase cuando, enfrentándonos a la diversidad, lo hacemos desde el juicio, la comparación de las diferencias y la evaluación constante, y generalmente negativa, prefiriendo, en general, la propia cultura.
Cuando nos encontramos en esta fase, percibimos nuestra cultura como la más “evolucionada” o la mejor forma de vivir, generándose una posición dual de nosotr@s frente a ell@s, frecuentemente acompañada de estereotipos simplistas y abiertamente negativos. Las personas que se encuentran en esta fase suelen sentirse amenazadas por las diferencias culturales, por lo que tienden a ser fuertemente críticas con otras culturas, cualquiera que sea su interacción con ellas.
Esta etapa también puede presentarse de manera reversa, es decir, invirtiendo ambos polos, de tal manera que la cultura propia se denigra, al tiempo que se elogian sin sentido crítico otras culturas.
Un ejemplo de polarización podría ser el de una persona que trabaja en un equipo multicultural y que prefiere trabajar con personas de su propia nacionalidad porque las ve más confiables y trabajadoras. Percibe a su propia gente como la que hace las cosas de manera adecuada, y piensa que los demás grupos son más vagos, más cuadriculados, más informales o más de lo que sea (siempre algo más “negativo”). En este caso de polarización, esta persona podría decir: "Me gustaría que estas personas hablaran como yo" o "Muchacho, podríamos enseñarles a estas personas muchas cosas que necesitan saber"...
Las personas que están en esta etapa dirían cosas como:
La tarea que debería realizar una persona que se encontrara en esta etapa sería la de intentar comprender y volverse más tolerante hacia las diferencias.
La gran mayoría de la población minimiza las diferencias y la diversidad (Algunos estudios muestran que el 60% de la población procesa las diferencias y la diversidad desde una mentalidad de minimización).
La minimización enfatiza los puntos comunes en las necesidades básicas de los seres humanos y los valores y principios universales. Este enfoque resta importancia a los aspectos más profundos de la diversidad y de las diferencias, dificultando la percepción de los problemas más serios de la diversidad, como son, por ejemplo, el racismo, la exclusión y las problemáticas sociales derivadas de ello (porque, las diferencias culturales, cuando se contemplan desde posiciones etnocéntricas, generan dichas problemáticas, añadiendo dificultad a la dificultad intercultural).
La personas que se encuentran en esta etapa perciben los elementos y valores de su propia cultura como universales, por lo que, a pesar de reconocer ciertas diferencias superficiales y aceptables con otras culturas (en comida, costumbres, etc.), piensan que todas las culturas son esencialmente lo mismo.
Las personas que se encuentran en esta etapa tienden a asumir que ya no son etnocéntricas, y sobreestiman su tolerancia al mismo tiempo que subestiman el efecto de su propia cultura.
Quienes están en esta etapa dirían cosas como:
Cuando una persona aborda la diversidad desde la minimización, el siguiente paso para el crecimiento y el desarrollo es lograr una mayor conciencia sobre la lente a través de la que percibe a las demás personas en función de sus propias diferencias y diversidad. Las personas que se encuentran en esta etapa de sensibilidad intercultural deben aprender más sobre su propia cultura, evitar proyectarla sobre la experiencia de personas que provienen de otras culturas. Llegar a la conciencia de su propia cultura y diversidad.
Etapa 4: Aceptación de la diferencia
La aceptación de la diferencia sería la primera etapa de la mentalidad etno-relativa, y es aquella en la que se experimenta la cultura propia como una de las tantas visiones, igualmente complejas, del mundo.
En esta etapa, y desde esta mentalidad de aceptación, las personas empezamos a aceptar las diferencias culturales como distintas maneras de organizar la existencia humana, aun cuando no necesariamente nos guste o estemos de acuerdo con todas las formas, tratando de entenderlas desde las perspectivas de las personas culturalmente diferentes, y no desde la propia.
Las personas que se encuentran en esta etapa son curiosas y respetuosas con las diferencias culturales, reflejando un interés genuino por estar informadas y aprender, en lugar de sólo buscar la confirmación de sus prejuicios. En esta etapa las personas suelen decir frases como las siguientes:
También es posible escuchar de las personas que se encuentran en esta fase decir cosas como "A veces me entra el nerviosismo alrededor de personas diferentes a mí, porque no siempre sé cómo comportarme" o "La diversidad a menudo significa necesitar más creatividad para mantener una relación satisfactoria".
Las personas que se encuentran en esta etapa están dispuestas y preparadas para aprender, pero necesitan un marco de referencia para organizar sus observaciones con el fin de realizar una correcta interpretación de las diferencias culturales.
Etapa 5: Adaptación a la diferencia
La adaptación sería la mentalidad étnica-relativa más elevada, y según las investigaciones, una mentalidad que aún se encuentra sólo en un pequeño porcentaje de la población.
La orientación de la adaptación a la diversidad requiere un cambio de marco cognitivo, o un cambio en la perspectiva de la diversidad.
Es la etapa en la cual las personas son capaces de ajustar conscientemente sus perspectivas y de alterar intencionalmente su comportamiento. Es la aplicación de la aceptación como habilidad de actuar apropiadamente fuera de su propia cultura.
Las personas que se encuentran en esta fase miran al mundo a través de “nuevos ojos”, pueden funcionar de manera bicultural, y dirían frases como:
Las personas que se encuentran en esta fase muestran empatía, flexibilidad y adaptabilidad social, siendo capaces de ajustar sus estilos de comunicación, de asumir riesgos y de resolver problemas.
Para seguir desarrollando la sensibilidad intercultural, las personas que se encuentran en esta etapa deberían expandir su repertorio de comportamientos para facilitar un mayor rango de adaptaciones culturales de manera auténtica.
Etapa 6: Integración de la diferencia
Las personas que se encuentran en esta etapa no se definen en términos de ninguna cultura en particular, sino que son personas biculturales o multiculturales. La identidad cultural es tan ambigua que las lleva a identificarse activamente con una variedad de culturas, pero también en ocasiones genera sentimientos de nunca estar realmente en “casa”.
Esta etapa no es necesariamente mejor que la anterior a la hora de funcionar efectivamente en situaciones interculturales, pero es bastante común en personas expatriadas de largo plazo, nómadas globales. Las personas que se encuentran en esta fase dirán frases como:
Esta etapa requiere poder gestionar las cuestiones de identidad que surgen de esta ambigüedad cultural.
¿Te identificas con alguna de estas etapas? ¿Qué puedes hacer para pasar de una mentalidad monocultural a una intercultural? Empieza echando un vistazo a nuestros cursos de desarrollo de la sensibilidad y la competencia intercultural ¡Te esperamos!
Si te ha gustado este artículo, te animamos a compartirlo:
[1] Etnocentrismo. Literalmente significa “cultura centrada” y se refiere a la tendencia de las personas a evaluar el comportamiento extranjero bajo los estándares de la propia cultura. Esto lo podemos identificar cada vez que escuchamos que las personas comparan y critican a otra cultura sin entender adecuadamente el contexto cultural que explica tales comportamientos. Dado que por lo general nuestra cultura es la única que aprendemos (o al menos la primera), solemos asumir que nuestra conducta es la correcta y la de los otros, incorrecta, adoptando cierto sentimiento de superioridad. En el peor de los casos, una actitud etnocéntrica puede contribuir al prejuicio, al conflicto intercultural y al desprecio por las personas provenientes de otras culturas.
[2] Etno-relativismo: Habilidad adquirida para ver diferentes y múltiples valores y comportamientos como algo cultural y no universal.